Me
he fijado como tarea, la reconstrucción
de la memoria en todas sus esquinas: como ciudadana de a pie, común y
corriente, observadora y participe de la historia que se construye y
desconstruye día a día.
Los
niños: a veces como extensión de la felicidad de los humanos, otras como
resultado a muchas situaciones alejadas del amor y la protección, llegan a esta
vida. En estos últimos días las violaciones a los derechos fundaméntales de los
NNA, han estado en la mesa de la opinión y reventando las redes sociales pidiendo
justicia, pena de muerte, disolución de organismos protectores, pero, ¿cuánto
sabemos del nacimiento de estos programas?... en las siguientes líneas,
pretendo hacer un recorrido de la historia de la “protección” a los niños,
niñas y adolescentes de nuestro flaco país.
Desde 1770, se
tiene registro de niños que fueron abandonados y recibidos por los orfanatos
del país.
En Chile hasta 1885
el concepto de hijo ilegitimo
corresponde al menor que crece fuera de la unión en matrimonio católico,
este nombramiento social como castigo, llevó a muchas mujeres a abandonar a sus
hijos, por la miseria, la vergüenza ante la comunidad y por el rechazo de
quienes la rodeaban.
El abandono vino a
reemplazar otras formas de eliminación como el infanticidio o la muerte por
hambre.
Las autoridades
coloniales pronunciaron su interés por acudir en auxilio de los huérfanos y de
los niños abandonados en la calle. En el siglo XVII se solicitó hacer un censo
para tener cifras de los huérfanos y se permitió la donación como limosna para su cuidado y
crianza, se permitió también el ingreso de los expósitos al oficio de marinos.
Juan
Nicolás de Aguirre Barrenechea (Aristócrata, militar, político y filántropo
chileno), cedió un terreno de su propiedad, ubicado en la que sería la calle de
los Huérfanos, y comenzó así la construcción de la casa que acogería a los
niños expósitos.
(Expósitos:
niño que ha sido abandonado por sus padres de recién nacido y ha sido criado en
un hospicio.)
Una vez concluido el edificio a fines de 1758,
Aguirre solicitó la autorización oficial de la Corona, pero esta solicitud
llegó tan solo en 1780 a nuestro país. Entre tanto, la Real Audiencia aprobó
su funcionamiento en 1759, para que de este modo pudiera comenzar la atención
de unos cincuenta niños.
La
institución debía mantenerse con el aporte de la Corona y donaciones
particulares, pero sus ingresos fueron muy irregulares hasta mediados del siglo
XIX, cuando comenzó a ser denominada Casa de Huérfanos y quedó a cargo de las
monjas de la Providencia. La mortalidad en esta casa fue aterradora, la falta
de alimentación y las infecciones de todo tipo en conjunto con la deteriorada
salud mental de los niños, hizo que se convirtiera pronto en un depósito de
niños muertos, los padres los dejaban a fin de ahorrar los funerales o librar
de condenas (de uno a treinta días de cárcel).
Las
condiciones de hacinamiento en las que sobrevivían los niños no ayudaban mucho,
eran ubicados hasta 80 niños en un espacio para 20, en una cuna 4 niños
compartían espacio, para los niños enfermos no había un aislamiento, por lo que
las enfermedades se propagaban con rapidez.
En
1853 se encargará el cuidado de los huérfanos y abandonados a las Hermanas de
la Providencia, monjas canadienses
recién llegadas a Chile, conocida como luego como la Casa de la
Providencia, hasta 1940 a su cargo, pero en 1929 cambio de nombre a: Casa Nacional
del Niño, hoy dependiente del SENAME.
Hacia
el 1900 la cantidad de niños llegó a los 2.300 en la Casa, según estudios
realizados, uno de cada diez niños fue enviado a la Casa de Huérfanos.
Entre
1844 y 1895 se fundaron 13 instituciones, para 1912 existían 25 casas, en gran
mayoría fundados por las Hermanas de la Providencia. Los niños fueron
entregados no en pocas ocasiones, como “compañía” a familias, para ser criados
bajo su alero, terminando esta relación como la nueva servidumbre del hogar.
Este año se promulga la primera “Ley de Protección a la Infancia Desvalida”,
pese a su discreta aplicación, inicia una política estatal hacia los niños en
riesgo social, quienes eran recogidos de la calle y enviados a las
correccionales, creadas a fines de S.XIX
como “CENTROS DE RECLUSIÓN”,
la ley de 1928 creó un mecanismo de protección para los niños en riesgo como
para los que cometían delitos. La ley también creó los Tribunales de Menores,
siguiendo el modelo norteamericano y europeo. En 1943 se inaugura en el sector
sur de Santiago, la Ciudad de Niño.
La
ley de menores promulgada en 1967, durante el gobierno de Frei Montalva,
incorporó algunos cambios en la institucionalidad, incluyendo la creación de la
Policía de Menores, manteniendo el
modelo en su fondo.
La
leyes de protección de menores fueron consideradas, durante mucho tiempo,
instrumentos sensibles a las necesidades de los niños que restringían el
carácter punitivo de la ley y otorgaban opciones reales de reeducación a los
niños pobres, abandonados, en riesgo social y a los infractores de ley que
tuvieran posibilidades de readaptación social. Sin embargo, en forma creciente,
se ha comenzado a cuestionar la incompatibilidad de este modelo judicial. La
institución quedó a cargo del Consejo de Defensa del Niño, la que tenía
participación del Estado, pero con personalidad jurídica privada. En los años
70 comenzó a perder importancia, cuando las nuevas políticas sociales limitaron
el aporte del Estado a los organismos colaboradores del Servicio Nacional de
Menores (Sename), creado en 1979.
Durante la década de 1990 y en especial a partir del Plan Nacional para la Infancia y la Adolescencia del 2002, se desincentivó la "internación" de niños, proceso que se aplicó a la Ciudad del Niño. Poco después el Consejo de Defensa del Niño vendió los terrenos de la Ciudad del Niño y se concentró en los restantes hogares que mantiene, a febrero del 2021 son 878.
-Es esta una cronología más o menos exacta, tenemos en la actualidad una
realidad que no nos deja indiferentes, una realidad de abusos, de muerte, de
dolor y abandono, pero por sobre todo de desprotección y uso de la población
más vulnerable de nuestra sociedad Los Niños.-
Me senté a conversar con Jorge,
funcionario de un CIP y un CRC, ¿qué son esas siglas se preguntarán?, un CIP es
un Centro de Internación Provisoría y el CRC un Centro de Régimen Cerrado de
SENAME.
Para Jorge, su primer acercamiento al trabajo
social, se da desde esta idea romántica de darse al voluntariado colaborativo
con las organizaciones barriales, a los 18 años fundó un centro cultural y
colabora por un tiempo con el hogar San José, estudiante de pedagogía en esos años, sintió que el camino elegido, no
era lo que quería, llega así a trabajar
a un CIJ como profesor de teatro. En el 2007 ingresa a trabajar de la cárcel de
adultos, en la sección de jóvenes
dependiente del SENAME.
“El
inició de esta carrera era motivante, se generaban actividades y la gente
enganchaba con ello, hasta que comienzo a permearme de esta marginalidad
profunda, invisibilizada pero a la vez palpable”.
Jorge decide profesionalizar su
trabajo y estudia trabajo social, al enfrentarse a esta realidad con mayores
herramientas, se da cuenta que la pobreza estaba institucionalizada, el
talento, la alegría y la motivación romántica por entregar ayuda, no servían de nada, había que buscar
canales formales para poder generar cambios.
El servicio como asistencialismo,
no cabía en este espacio, se derrumba en él este sueño de cambios, al conocer
la marginalidad y las familias, las
realidades de los jóvenes del campo, ellos como resultado de la pobreza y la
exclusión
En el 2011 entra al SENAME y ve
“la basura bajo la alfombra” que todos sabemos existe.
Para Jorge, el modelo de
protección al menor, está diseñado para que fracase, ya que no es integral, no hay intervención de barrios o de familias,
hoy el SENAME y los centros de
administración privado están creados para enriquecer a estos “dealer” de la
infancia. “El SENAME en general es una
bolsa de empleo del gobierno de turno, secuestrado por además por asociaciones
de trabajadores, que también ven aquí un botín”.
El Servicio Nacional de Menores no
trabaja en la marginalidad de las poblaciones, no hay una búsqueda en la raíz
del problema que desata la exclusión, por el contrario es un régimen castigador
y vulnerador de la infancia y la
juventud de nuestro país, esta mal llamada protección, nos enfrenta a familias que
tienen mucha rabia, que viven en la marginalidad con rabia, que tienen hijos
con rabia; estos hijos que salen a
demostrar que son más fuertes y “choros”, que no tienen piedad con el resto,
porque nadie lo ha tenido con ellos y salen a destruir todo, porque nunca han
tenido nada, jóvenes que quieren todo de forma rápida, tal y como lo ha
impuesto este sistema perverso.
Vemos la doble victimización a la
que nos lleva la marginalidad, donde niños mueren a manos de jóvenes que también
nacieron muertos, porque antes de nacer el sistema ya los había castigado,
negando toda posibilidad, negándoles poder incluso soñar. Terminar con la
pobreza en un país es posible, con buenas políticas, pero el daño parece ser
difícil de erradicar, el modelo se agarra con uñas y dientes y no nos pretende
dejar de manera fácil, al menos.
Jorge plantea: “Donde hay un vertedero, hay posibilidad de generar sustentabilidad y
autogestión para los barrios”
Desde su experiencia, se hace
imposible que con este sistema neoliberal se pueda resolver la pobreza, la delincuencia
o la marginalidad. Los recursos existen para poder intervenir, pero hoy se
utilizan en licitaciones inútiles, para enriquecer a los dueños de los centros
y por otra parte, no menor, los funcionarios no saben cómo trabajar con los
jóvenes de hoy, ya que llevan 20 años haciendo lo mismo sin importar el bien
superior de los NNA, para muestra una
triste reflexión: “hoy de 10 niños salvar
a 1, es un logro”. El 80% de los jóvenes que sale del centro, entra pronto a la cárcel de adultos, el sistema no
ofrece futuro.
El Neoliberalismo no va a cambiar un
sistema que ha validado el enriquecer a unos pocos, satisfacer a depredadores
sexuales y mantener redes de pornografía infantil y juvenil , mientras se oculta en el asistencialismo, que le permite
entregar “ayuditas” para aliviar la conciencia de quienes golpean su pecho los
domingos y de lunes a viernes dirigen estos centros.
La solución al problema de la pobreza,
requiere voluntad política: regular las escuelas, los espacios públicos, desbaratar
las redes de narcotraficantes que acechan a niños y jóvenes para convertirlos
en burreros, procurar actividades que vayan en directo beneficio de la comunidad…
desgraciadamente los pequeños guiños que han existido, han acabado en que quienes promueven estas actividades
terminan robando los recursos y
abandonando una vez más a quienes esperaban una oportunidad. Este modelo debe terminar en nuestro país, pues
domina el mercado, su práctica es despiadada y arremete contra todos.
Sabemos que el capitalismo
necesita de un estado para generar minorías oprimidas y cuando además tiene al
poder político, la represión popular es constante, ante esto se alza entonces con
urgencia, la organización y educación popular – territorial, como inicio al
cambio que requerimos como sociedad.
Construir
un país nuevo, como lo soñaran los hermanos que ya no están, será nuestro
legado.
Paula del Rio
Cronista DDHH
Esta
crónica fue escrita con el relato de @RocknRollantn, gracias Jorge, no Yorch!
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