Las huellas que dejamos y que nos
dejan, son el reflejo de nuestra vida, buena o mala pero nuestra vida.
Hice un ejercicio pidiendo un
concepto sobre la vejez, participaron muchas personas en Twitter y con cada uno de esos pensamientos construyo
estas líneas, vaya para ustedes las gracias.
Tras ver la película del hogar de
adultos mayores, me asaltaron mil preguntas, miedos, verdades y mitos, son
tantas interrogantes sobre esa edad, la
tercera o la cuarta, como la quieran llamar, lo único cierto es que todos
caminamos hacia ella. ¿Cuándo llega esta edad?
Según la OMS a los 60 años, pero para muchos no es reflejo de estar en
el ocas- sino por el contrario- de estar
viviendo lo que antes se les fue prohibido: la libertad que entrega la partida
de los hijos del nido, jubilar o simplemente cumplir con lo que se propusieron;
les deja este breve espacio, que permite
soñar, pasarlo bien, establecer rutinas propias y no impuestas, vivir con
tranquilidad, con claridad y sabiduría.
Pero en $hile la tercera edad o
la vejez, no ha escapado al modelo cruel que nos domina. Y que separa la vejez,
en al menos tres sub categorías.
A la clase acomodada se hace más
fácil atender a un adulto mayor, residencias top, actividades, un equipo multidisciplinario,
dieta equilibrada, vida social…
Pero para la gran mayoría de
nuestra población es otra la realidad. Una que se aleja de los escaparates, de
lo cotidiano y se acerca a la
fragilidad.
La vejez en este otro gran grupo
de nuestra sociedad, se define con miedo, con pobreza, abandono, dolor,
tristeza, deterioro, olvido. El adulto mayor está de una u otra forma condenado
a todas ellas, se convierte en un problema que no todos pueden sobre llevar,
los hijos deben trabajar, no hay dinero suficiente para sus cuidados, no hay
quien se encargue de ellos en lo emocional y físico, pasan hacer la “carga” que
la sociedad no quiere llevar.
Pensar en la vejez asusta, en un
sistema como el Neoliberal, que también arrastra sus tentáculos hacia esta
población, cansada y empobrecida -no creo que por casualidad-
Cuando se romantiza sobre los
adultos mayores, que a sus 80 años trabajan vendiendo cuchuflís en las playas o
en los supermercados empacan alimentos, no estamos dignificando la vejez,
estamos explotándola, estamos entregando al empresariado mano de obra barata y
eximiendo al estado de sus responsabilidades, al hacerlo somos cómplices
pasivos de este escenario.
Los Ministros de este gobierno se
han reído de la precariedad con la que se sobrevive en Chile, nos envían a
tomar locomoción más temprano, a tener vida social en los consultorios, invitan
a ahorrar en la dieta básica, si tan solo comprendieran que la casa propia dejó
de ser un sueño, que las horas al médico son para mil años, que la salud
privada solo obliga a la bicicleta mensual, que nada es amigable luego de
llegar a la edad dorada. Los adultos mayores deben vivir con los hijos como
allegados o arrendar viviendas o piezas,
con pensiones indignas que les permiten comer o pagar el techo, obviamente casi
sin salud.
Claro que ser viejo da miedo, da
miedo enfermar y no ser autovalente, depender de otro para realizar cualquier
actividad, tener que pedir permiso para opinar, ya que al parecer ser, con los
años también se pierde esa posibilidad.
Al hacer el ejercicio y pensar en
la vejez, lo que más me aterra es olvidar, no reconocer a mis hijos, no
recordar quien fui, lo que me forjó, mis amores y mis dolores, mis alegrías y
aprendizajes.
Yo que lucho por la memoria, convertirme en un ser sin pasado, ni presente, ni futuro me asusta, ser una pieza más del mobiliario del hogar de alguno de mis hijos o peor aún de una casa llena de viejos que no saben quiénes son, ni quienes fueron. Me pregunto, qué pasa con la vida en ese momento cuando la mente decide viajar y nos deja deshabitados? , ¿será que no pienso, no siento, olvido por completo o me refugio con un pequeño recuerdo y lo atesoro sin que nadie pueda llegar a él? ¿me convierto en una pequeña niña, en busca de una madre muerta hace décadas , que no viene y que jamás vendrá?
¿Hasta dónde me sirve la
experiencia acumulada, la sabiduría, hasta donde puedo ser feliz con la vida
misma? ¿A dónde van los recuerdos, será que se pierden en la esquina del
corazón? La calles, las historias, los rostros, los abrazos…será que los
guardamos tan dentro que no podemos llegar al lugar en donde los guardamos?
Esa vejez que imagino está lejos
de esta otra, la que se vive en el abandono máximo, esa que recorre las calles,
esa que tiene frio y que tiene hambre, esa que no tiene hijos con nietos los
fines de semana, esa vejez que no sabe de calendarios, porque ya dejaron de
importar, esa donde no hay cumpleaños ni navidades.
Esa pobreza que huele mal, porque
han quedado en el peldaño más bajo de donde comienza la sociedad: Los
marginados, los ermitaños, los abandonados, ellos que han encontrado un espacio en alguna vereda o
en banco de una plaza, esa vejez de perros callejeros y piojos, esa vejez sin
dientes e incoherencias.
En nuestro país la pobreza de esa
vejez, se traduce en ancianos recogiendo latas, buscando en la basura algo de
dignidad, pidiendo limosna en alguna esquina, para cuando cae la noche,
refugiarse en la oscuridad abrigados por algún noble perro, olvidando una
ciudad que no sabe de ellos y que los excluyó para siempre.
El modelo Neoliberal, también los
ha borrado, no ha dejado espacio para ellos, no tienen ni saben de bonos, ni de
10%, ni de los candidatos a presidentes. Simplemente los han anulado de la
agenda social.
El Para el Chile que perseguimos,
esta lección que vivimos hoy, debe ser la mejor aprendida, las políticas que
promuevan el cuidado y el respeto por el ser humano, desde que nace hasta que
parte, deben ser prioridad.
Una nueva manera de mirar la vida, se debe forjar en nuestra sociedad, la Dignidad debe ser tan amplia, que todos tengamos espacio en ella.
Guardemos cada batalla dada, cada
abrazo regalado, cada palabra ofrecida, porque otros ya no están para hacerlo.
Luchemos por reconstruir nuestra memoria país, que los jóvenes sepan de estas
historias y de las vidas que pelearon por conseguirlo, que logremos por fin la
verdad y la justicia que nuestras madres han buscado por años y así por fin
puedan partir sin deudas.
La memoria la hacen los pueblos y nos pertenece.
En recuerdo de mi madre, de sus
padres, de los olvidados, de los desaparecidos de los ejecutados, de todos
aquellos que caminan las calles sin rumbo.
Paula Del Rio.
bellísimo Paula!
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